miércoles, 19 de octubre de 2016

Viejo..para allá vamos todos.


  Un amigo que trabaja en un edificio de oficinas,donde la mayoría del personal que labora perte-
nece al sexo femenino,recibe apremiantes peticiones de sus amistades con tono a veces de reclamo
y otros en tono más que patético:"eh,preséntate unas minitas,pues.." él les contesta siempre una
respuesta desilusionante:"una bella niña,profesional,de no más de 25 años,que está disfrutando de
su juventud,dime..¿Qué interés podría tener en un cincuentón pelado,guatón,casado y además con
poca plata?"
  Cada vez que escucho ese cuento,me río para adentro,pero es muy reconocible en él algo que va
más allá de lo risible. Generalmente tenemos una autoimagen fija en algún punto remoto de la edad,
que por cierto no corresponde a nuestro aspecto real. O bien observamos al mundo omitiendo nues-
tra propia imagen,como si no existiéramos. El dicho común "mírate al espejo"vendría a corregir
esta anomalía y nos devolvería a la realidad. Muchas veces taso a las personas por su apariencia
del mismo modo como lo hacía cuando adolescente. Incluso,a veces me sorprendo denominando
mentalmente como "esa vieja" a alguna dama que a la vista es mucho menor que yo.
  De niño siempre me pareció absurdo el hecho de que las mujeres se quitaran años o que se sulfu-
raran bastante cuando se les preguntaba la edad,dato que conservaban en el más profundo de los
misterios.
  Pero,ahora a esta edad,entiendo que el envejecimiento (real o potencial) abría en ellas su lado vul-
nerable. Era el miedo a ser desechadas,desatendidas,relegadas a los tiempos pretéritos. Eso a cam-
biado parcialmente,y para bien de ellas,pero no faltará el romántico apocalíptico que me contradiga
teniendo esas ganas terribles de vivir en un mundo de lo peor.
  El mundo que registramos día a día es como una pantalla de televisión,con un visor pequeño por
donde todo lo que aparece adentro es lo que forma,en primera instancia la realidad.
  Y en ese "sueño"nos ensimismamos de tal manera que olvidamos nuestra propia cara,que aparece
a la conciencia cuando algún otro nos queda mirando. Usamos de cierta manera la mirada de aquel
otro como revelador o como espejo.
  Todo esto lo he estado pensando,mientras observaba a un pelado tomando café dos mesas mas
allá de la mía. Era el mismo personaje que he estado viendo en el transcurso de mi vida: 1962 (mi
primer desfile de Glorias Navales) 1969 (mi entrada a la Secundaria) 1973 (Golpe Militar..donde
fui detenido) 1985 (terremoto en Chile Central) una persona temporal e intemporal que si lo trans-
portáramos al Siglo XIX pasaría inadvertido por las calles de cualquier ciudad.
  Incluso,uno muy parecido llegó un día a mi casa,invitado a almorzar por mi Padre. Parece que
eran compañeros de trabajo.
  Lo más confuso fue darme cuenta de que este personaje,el pelado del café,debe haber tenido diez
años cuando yo tenía diez años,y que también debe haber andado corriendo detrás de volantines
cortados,jugando pichangas en canchas de tierra con pelotas de trapo,jugando a la troya,con un
bolón de bronce robado del catre de la abuela o coleccionando láminas del último álbum que salió
al mercado. ¿En qué momento de la vida nos convertimos en vejetes gordos,gritones,balbuceantes
y ogros? ¿En qué momento comenzamos a tartamudear,en qué minuto la mandíbula empieza a
moverse haciendo movimientos automáticos? ¿Qué funesto día se nos entreabre la boca para no
volver a cerrarse? ¿Y los ojos vidriosos ya sin vida,quedan observando un punto ignoto en el cielo
raso de aquella habitación donde la Muerte ha echo su visita?


  Que Tengan Muy Buenas Noches.
  Que Descansen.

 

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