jueves, 14 de febrero de 2013

Huelga de Verano: el autor necesita flojear.


Tengo la tentación o siento la necesidad de no escribir sobre absolutamente nada. Ha sido un año largo
y difícil y me parece que habría que darme algún tipo de corte ritual. Bien puede servir para eso una
huelga de brazos caídos o asumir sin las ambigüedades habituales el hecho de que estamos de Vacacio
nes. No escribir,no pensar,no estresarse un minuto más; flojear,en definitiva. Tal vez debería ser el
programa para estos días de calor seco,de calor húmedo,de calor nocturno,de músicas indolentes en
radios que nadie se acordó de apagar,de noticias exiguas,de desplazamientos masivos,de departamen
tos vacíos,de piscinas restallantes,de deportes acuáticos en lagos lejanos,de mangüereos en pequeños
jardines,de juegos y gritos alrededor de un grifo abierto,donde jóvenes y niños capean la canícula en
una población periférica.
El escritor Joaquín Edwards Bello,sumergida su mente en un flujo de presente y pasado,rememora en
sus textos: "No hay cómo acordarse,cuando el sol genera una especie de vaho en el pavimento a la hora de la siesta,de aquellas falsas veraneantes,esas niñas de familia venida a menos que cerraban su
casa a "piedra y lodo" e informaban a sus relaciones que se encontraban en Viña del Mar".
Yo escuché cosas parecidas cuando niño,pero eran cuentos viejos,de épocas en que no tener recursos
para salir de Santiago en el verano resultaba vergonzoso,lo que incitaba a mujeres jóvenes sin un peso
a broncearse en el deprimente entorno del techo de sus casas,sobre el zinc y las tejas y sin más testigos que un par de gatos pelados y el infaltable mirón de una casa "de altos". La vergüenza fue el
acicate de la clase media de Chile durante gran parte del siglo XX: vergüenza del vestido sustituto,de
la papa del calcetín,de la suela despegada,de los sillones manchados,de la caspa ocasional,del mal
aliento,de los pantalones con rodilleras,de vivir en la perisferia,en fin,vergüenza de las miserias de la
vida filtradas en el tuétano mismo del alma.
Son cosas que con el tiempo se van haciendo ridículas,pero hace sesenta años implicaron un drama
enquistado en nuestra psicología social. Esta clase de vergüenza siempre derivaba en una disposición
más grave: El miedo a vivir.
Todos los que nacimos hace medio siglo hemos hecho lo imposible por sacudirnos de los incisos me
nores de una herencia semejante. Sin demasiada coincidencia,los mayores nos inocularon el miedo a
través de una retahíla de advertencias,restricciones,escrúpulos,reconvenciones,risillas sofocadas de burla.
Quizás me he quedado en Santiago,porque tenía que descifrar este asunto. Al plantearlo me he liberado
me he sentido más liviano,con el pase libre para irme de una vez a algún pequeño balneario que aún
esté impregnado de brisa marina o a lo mejor me mando cambiar a la punta del cerro,y me quedo un
buen tiempo por allá.

Que tengan Muy Buenas Noches.
Que Descansen.

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