martes, 26 de febrero de 2013

Verano Naranja sin Carnaval.


El Historiador Gonzalo Peralta nos recordaba que en Chile este mes ha sido siempre un mes festivo,
aunque actualmente no queda ni la sombra del carácter original de la fiesta. En efecto el carnaval pro-
piamente dicho,relacionado en su origen con las cosechas y sobre todo con el chipe libre previo a la
Cuaresma,fue prohibido por Marcó del Pont durante la Reconquista y luego por Bernardo O'higgins
en los primeros años de la República. Es muy difícil ponerle fin mediante Bandos o Decretos a una
tradición popular de casi tres siglos,pero al final,por cansancio, se logra. En la actualidad Chile es un
País sin challa ni Mardigras ni carnaval ni nada que suene a ciertos desmadres populares de Febrero,
pero en su reemplazo,para que nadie se apene,las Autoridades Comunales organizan festivales con
nombres de frutas y hortalizas,donde todo está muy ordenadito y perfectamente bajo control,reprodu-
ciendo a escala Municipal las Kermesses del Liceo.
Mas allá de sus obvias diferencias en el plano simbólico,donde nuestros festivales veraniegos son totalmente concretos y no tienen ni un asomo de función alegórica,mientras que los días previos al
carnaval son un regadero de representaciones que van desde la idea del "mundo al revés" hasta la satu-
ración lujuriosa de la carne en previsión de un período de recogimiento y purificación espiritual,hay
entre ambas realidades un abismo mucho mayor y relevante por su influencia en la Cultura Nacional;
el carnaval es una actividad popular,organizada y ejecutada por la gente,mientras que el Festival sale
ya hecho de la Autoridad,sin reservar para los vecinos más que el derecho a comprar una entrada y
sentarse a ver lo que haya que ver.
En el fondo los festivales de Febrero representan el miedo al desbande y el gusto por el orden jerarqui
zado,rasgos ambos tan Chilenos que ha menudo nos parecen sinónimos de formalidad. Quizás por eso
como la Kermesse del Liceo,los festivales producen un efecto contradictorio,por un lado se los encuen
tra fomes,repetidos,sin gracia alguna,pero por otro nadie se pierde detalle y  todo el mundo está pen-
diente incluso de los chistes más fomes del humorista de turno.
Suceda lo que suceda en el Festival,a pesar de que cada año sea peor que el anterior,siempre estaremos
ahí para apoyar esa forma organizada de divertirse. Alguien decía que el Festival de Viña era como el
hijo feo: igual hay que quererlo,porque es nuestro engendro. Los festivales son como los desiertos: tan aburridos que pronto uno empieza a encontrarle sus encantos,sólo que entre esos encantos también
están los espejismos y,detrás de ellos,está la locura,el empampamiento y la muerte.
A veces,esta época del año se me figura justamente como un espejismo,imágenes vistas con los ojos
entrecerrados,mientras el cerebro se licúa en el horno veraniego mezclando realidad,imaginación y
recuerdos en una sola batahola: la concha acústica,Rafa Araneda,fuego en las colinas,Bigote Arrocet,
Eva Gómez,la cama elástica de Checho Irane,gaviotas gigantes,el monstruo que a veces devora y otras
veces es un gatito,orgía de antorchas y gaviotas y lunita dame platita. No puede ser verdad,me digo.
Debe ser una alucinación,igual que la expresión "un verano naranja",que ha todo esto nunca he logrado
entender. Pero ya vendrá el Otoño y se arreglará todo este desastre,y nos olvidaremos de todo hasta el
próximo Verano.
Mientras no veamos las eternas repeticiones a través del año.
Pero,yo creo que tendremos cosas más importantes que hacer.

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