sábado, 16 de mayo de 2015

El Hombre que lee mientras Camina.


 Es una costumbre ya de leer mientras se está caminando. No está claro si se adquirió por razones
prácticas,para aprovechar mejor el tiempo,o si fue la rutina de hacer todos los días el mismo tra-
yecto entre la casa y el trabajo lo que obligó a volverse adicto a la lectura ambulante. En cualquier
caso,leer haciendo slalom entre ciclistas y pajarones no solo permite agregar,como unos cincuenta
libros al año a mis lecturas,sino que es como una droga dura contra la monotonía de esas caras
insípidas y anodinas sumándole los bocinazos por doquier.
 Es curioso: cuando uno lee caminando,el resto de la muchedumbre piensa que uno va distraído
y que en cualquier momento se dará de frente con un poste o desaparecerá en un hoyo de la
Teléfonica o del alumbrado público,en circunstancias de que ocurre todo lo contrario.
 Ir atento a un libro obliga a tener todos los demás radares abiertos en su máxima sensibilidad y
aplicar por el rabillo del ojo lo que los arqueros llaman "visión periférica" para sentir y detectar
los posibles obstáculos con bastantes metros de anticipación. En contraste,las personas que  hablan
por celular mientras caminan parecen drogadas por una extraña sustancia comunicacional e incluso
a veces miran al cielo como si buscaran entre las nubes las palabras que se niegan a salir.
 Leer,un vicio que me ha dejado un montón de satisfacciones,digo vicio porque cuando se le
agarra gustito a la lectura ésta te acompañará por toda la vida.
 Mi primer contacto con un libro,fue en mi adolescencia cuando me supe ganar al Bibliotecario
de la escuela. Estaba en una hora libre,colegio nuevo y profesores que no conocía. Me entretuve
caminando por los pasillos hasta cuando divisé una sala abierta y vacía,al entrar veo libros por
todos lados y todas partes,en eso siento una voz profunda que venía detrás mío,"¿Le puedo ayudar
en algo? al voltearme me encontré cara a cara con el Bibliotecario. Había escuchado muchos
rumores de él. Que echaba con viento fresco a quien osara entrar a su templo del saber. Solamente
estaba abierto en los recreos.
 Se inició una conversación de libros y novelas. Yo había leído mucho en la Primaria principalmente
Clásicos Latinoamericanos,el tipo se dio cuenta que no era un capeador de clases,desde ese día fui
asiduo visitante de la Biblioteca y a la hora que quisiera.
En mis años de estudiante con los libros y sus consejos oportunos enriquecieron mi parte artística
y tuve muchas satisfacciones en la vida que le agradezco a él. Al terminar mis estudios me fui a
despedir y a devolverle unos libros que tenía rezagados. No los aceptó argumentando que a él
ya no le servían,que los cuidara y en mi vejez los traspasara a un niño o joven que supieran conocer
el valor de la lectura. "Ese es mi legado",dijo y entró a su Biblioteca.

Que Tengan Muy Buenas Noches.
Que Descansen.

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