jueves, 13 de agosto de 2015

La Banalidad del Mal.


 Todo parece indicar que la maldad,vestida de General,en su uniforme de gala,con espada,conde-
coraciones y toda la parafernalia de un alto militar del Ejército,ha entrado al crematorio del
Cementerio Católico y que ahora,convertido ya en 4,5 kilos de ceniza,podemos dormir tranquilos.
 Pero todo señala que la cosa no es tan simple. Fue el General Contreras Sepúlveda sin duda el
designado como portaestandarte de la brutalidad y el horror para miles de Chilenos. Pero también
una bendición para un puñado de subalternos que se beneficiaron de su obstinado silencio,de su
tozuda negativa a entregar una sola pista que permitiera saber más detalles de lo ocurrido,y de
la participación de todos sus autores,tanto civiles como militares. Esos sí que pueden dormir más
tranquilos.
 Viene bien recordar que en 1961 la escritora Judío-Alemana Hannah Arendt,desde las páginas de
"The new Yorker" encendió una polémica que llega hasta nuestros días para avivar las flamas del
incinerador del Cementerio Católico. Fue una crónica en relación al juicio que llevó a la horca en
Jerusalén al Teniente Coronel de las SS Adolf Heichmann,secuestrado en Buenos Aires,Argentina,
por agentes israelíes. En 1963 su reportaje se convirtió en el ensayo "Eichmann en Jerusalén. Un
informe sobre la Banalidad del Mal",que se centra en elementos extremadamente quisquillosos:
El rol clave de muchos líderes judíos en la redacción del listado de miembros de su comunidad
que debían ser deportados y,por el otro lado,el retrato de un Eichmann que,lejos de ser un monstruo,
era un diligente burócrata a quien se encomendó transportar a los campos de concentración a un
número indeterminado de personas a fin de ser exterminados "industrialmente" del modo más
eficaz y eficiente. Un ser banal,que concentró todas sus energías de funcionario en la logística
necesaria para llevar a cabo las órdenes que había recibido.
 La expresión "Banalidad del Mal" que encabezó ese libro desató las rabias e iras del infierno contra
la escritora,que buscaba poner las cosas en su sitio en las sórdidas estanterías de la maldad y la
deshumanización,huyendo de las frases hechas y fáciles,tan útiles para la compresión de las masas
acostumbradas a los cuentos infantiles de ogros,brujas y madrastras malvadas. La banalidad del
mal es mil veces más siniestra que la figura de Contreras o la de Pinochet,porque se incrusta en
la naturaleza misma del ser humano y,de tanto en tanto,a alguno le toca representarla,como Judas
en los Via Crucis.
 No,el mal no ha muerto con Contreras. El mal es algo mucho más grande que ese pobre funcio-
nario banal. Sabemos de Psicólogos que se dedicaron a idear torturas,de ricachones que iban por
morbo y placer a darse unas vueltas por la sórdida casa de José Domingo Cañas o por Villa
Grimaldi. Delatores que usurparon los bienes de los detenidos desaparecidos. Lo que entró al
horno,en presencia de unos pocos miembros de la familia Contreras,fue sólo un hombre banal,
un instrumento enfundado en un uniforme que ya vestirá otro,aquí o allá,por las razones que
sean.
 Todos,como Chilenos y Conciudadanos de este bello y nuestro País,debemos a toda costa que
eso no vuelva a pasar.

Que Tengan Muy Buenas Noches.
Que Descansen.

No hay comentarios:

Publicar un comentario