jueves, 9 de julio de 2015

De Fútbol,de Guerra y de Poesía.


 Falta muy poco para que se cumpla una semana desde el final del opíparo atracón de fútbol que
nos dimos todos los Chilenos,junto con nuestros vecinos Sudamericanos.
 Los pastos de los estadios ya están tomando su merecido descanso de cachañas,flinteos,túneles
y estoperoles. La gran Copa de plaqué se quedó por primera vez en Chile y los alegatos y diretes
de algunos relatores Argentinos,bastante desafortunados,hay que mencionarlo,ya el viento se los
habrá llevado muy lejos. Es la pasión que a veces suelta la lengua como el copete,nada más.
 Cosas del fútbol,las mismas que a otros en el pasado les costaron mucho más caras.
 Recordaremos la llamada Guerra del Fútbol,bautizada así por el destacado reportero Polaco
Ryszard Kapuscinski,y que se desató en un clima extremadamente volátil,por arrastrados asuntos
de poblamiento Salvadoreño en Honduras entre el 14 y el 18 de Julio de 1969,enfrentándose
ambas Fuerzas Aéreas con material de la Segunda Guerra Mundial,y cobrando la vida de unos
cuatro mil o seis mil civiles,según quien los cuente.
 Ambos equipos buscaban clasificar para el Mundial de México de 1970. El primer partido se
efectuó en Tegucigalpa,capital de Honduras,y el equipo local se impuso por la cuenta mńima
(1-0). Una semana más tarde le llegó la revancha a El Salvador,donde ganaron por un marcador
de tres a cero. ¿Qué pasó después? Una irresponsable campaña antiHondureña difundida por
la prensa local alborotó tanto el clima,que derivó en varios incidentes en el campo de juego y
una vergonzosa persecución del equipo y dirigentes de Honduras hasta su frontera,caso que
encendió la mecha del polvorín que se había formado. Cuento corto,que da para una novela,
estalló la guerra de las 100 horas. Y,en ella,el Poeta y Diplomático Chileno Antonio de Undurraga
destacado como Primer Secretario en nuestra Embajada en El Salvador,sacó todo su ingenio
para poner fin al conflicto. Incluso el poeta llegó a hacerse presente,con un simbólico balón de
fútbol y su eterna corbata de humita,en el Palacio de Gobierno de Tegucigalpa para intentar
limar asperezas y de una vez por todas parar el bombardeo,acto que le valió más tarde una
casi invisible postulación al Nobel de la Paz.
 Así fue como se juntaron,como en un alineamiento planetario,durante 100 horas,el fútbol,la
guerra y la poesía. Al cabo de toda esa ebullición,El Salvador clasificó para el Mundial de México
de 1970,que era en el fondo de que se trataba todo este embrollo,y de Undurraga,quien salió
para siempre de las canchas en 1993,no alcanzó en vida más distinciones que ser Vicepresidente
del PEN Club y de la Sociedad de Escritores de Chile. Se llevó al camarín eterno sus libros "La
siesta de los peces"(1938) y "Zoosubjetivo"(1947). Queda pues de todo este despelote sólo una
enseñanza: Si estamos jugando al fútbol,no caben expresiones estúpidas como "pueblo traidor"
"que compramos la copa","que coimeamos a los árbitros" o cualquier otro foul verbal injusto,
innecesario e irresponsable como los que se llevó la brisa nocturna, cuando se retira el último
hincha del estadio y comiencen a apagarse las últimas luces del Coliseo Futbolístico.

Que Tengan Muy Buenas Tardes.

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