martes, 24 de febrero de 2015

Chilenos: Idólatras e Iconoclastas.


Tal vez lo único que los Chilenos adoramos de manera unánime y sincera es nuestra sismología.
Hasta el vino nos hace dudar,ya que siempre están los Franceses para agacharnos el moño,pero
a nuestros temblores les tenemos una fe inquebrantable. Nunca nos fallan,son nuestra fortaleza.
Como en España estaban con el Baile de San Vito por un pequeño sismo que acá no despertaría
ni a nuestros gatos de su siesta,nuestra situación tectónica volvió a darnos un verdadero orgullo
de pueblo elegido. Salvo cuando ocurren,somos enteramente fieles a nuestros terremotos.
En todo lo demás,vivimos en un vaivén frenético de Idolatría e Iconoclasia. Hacemos engordar
a nuestros ídolos con el mismo desenfreno con que gozamos su caída. En eso al menos,somos
mucho más Donisíacos que Apolíneos. En ocasiones,Chile se parece a esas danzas rituales que,
en la Mitología Antigua,ejecutaban las Bacantes en éxtasis: eran coreografías de celebración y
entusiasmo que solían terminar en una carnicería furiosa con descuartizamientos y hasta caniba-
lismo. Quizás de ahí viene esa legendaria manera de socializar con el afuerino llamada "La
Talquina",rito propio de la Región del Maule,que comienza con todo tipo de agasajos y adulaciones
prosigue con grandes tomateras honoríficas y culmina con una paliza de padre y señor mío
propinada por los anfitriones al inocente invitado.
Joaquín Edwards Bello acuñó el concepto de "Presidentofagia" para señalar nuestra costumbre
de elegir presidentes con todo el bombo y el cotillón que sea posible,para luego hacer arar al
elegido y llevarlo a la piedra del sacrificio. Es decir,hacerles "La Talquina". A menudo,detrás de
estos procesos no hay más que excesos de opinión o inmadurez,pero estas cosas ocurren en una
red de intereses y poderes,de modo que,aunque todo fuera una broma irresponsable,sus efectos
pueden ser gravísimos,como de hecho lo han sido varias veces en nuestra Historia.
"La Presidentofagia" es el caso extremo,pero el modelo sirve a toda escala. En el fútbol,los hinchas
disfrutan el ascenso de sus ídolos,pero en su defecto no les vienen mal unas cabezas que rueden,
especialmente de entrenadores. Eso lo comprendió muy bien el Técnico Askargorta, cuando
renunció a la Selección Nacional apelando al refrán: "Muerta la perra,se acaba la leva". Sabía que
su sacrificio no era estratégico,sino ritual y síquico. Lo mismo ocurre,u ocurría en el Festival de
Viña,cuyo cambiante Monstruo solía representar a la perfección el Idólatra Iconoclasta que cada
Chileno llevamos dentro.
Da escalofríos ese placer que se halla en la caída de otro. Una suerte de excitación atávica,primitiva
surge cada vez que una autoridad anuncia que hará algo "caiga quien caiga",en lugar de hacerlo y ya.
Más que la inteligencia o el sentido de la justicia,lo que late allí es una bestialidad de galucha,de
inversión evolutiva,que pervierte al "animal político",hipnotizándolo con el olor de la sangre y
el refinado sonido de las guillotinas.


Que Tengan Muy Buenas Noches.
Que Descansen.

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