domingo, 22 de febrero de 2015

"Somos sólo Ruido..."



Algunas calles de Santiago deben ser las más ruidosas de esta larga y angosta faja de tierra,
llamada Chile. (Santiago es Chile) Hablo de ruido incisivo,persistente,no del sordo rumor
de la ciudad. Ahora mismo,en este instante,hay un sonido afónico de una bomba propulsora con
la que están limpiando el pavimento. Dicen que ha habido un derrame de líquidos percolados.
Un problema vinculado a un Supermercado cercano. Cuesta mucho de esta manera pensar en
cualquier cosa y lo que se impone es una especie de angustia de encierro. En cualquier parte
del Mundo esto sería considerado una demencia: ruido de fierros furiosamente friccionados
durante horas.
En la noche hay fiestas en los departamentos de los edificios vecinos. Si son lejanas no molestan
nada,se perciben como música y conversaciones de fondo para acunar el sueño. Operan como
discreta compañía nocturna. A veces,sin embargo,se verifican aquí mismo,a veinte metros.
Cuesta en este caso diluir la sensación de estar siendo invadidos. El golpeteo de las baterías
programadas en 2 por 4,incesantes,va dejando su huella en la conciencia machacada. A través
de las ventanas (que no se pueden cerrar por riesgo de sofoco) se filtran las voces humanas
irregulares,como a tropezones. Cuando una brecha de silencio nos produce un momentáneo
alivio,cuando creemos que podremos restituir el sueño descosido,viene una nueva carga:
graznidos cascados de viejas opinantes,recriminaciones de curados,carcajadas imbéciles.
Cuando los fiesteros se han ido con sus respectivas resacas a otra parte,aparece (por segunda
o tercera vez en el día) el camión de la basura,acelerando y desacelerando,frenando con
chirridos,mientras los basureros se chiflan entre ellos y dejan caer bruscamente las puertas
de los contenedores plásticos.
Antes de las siete de la mañana llegan los camiones que abastecen a los negocios de las
inmediaciones,a un par de Supermercados,a una tienda de "Retail",a panaderías,ferreterías,y
qué sé yo. Tratan de ocupar su puesto en la zona de descarga,para lo cual se estacionan en
reversa,activando unos pitidos eléctricos propios de este tipo de maniobras. Luego algunos se
quedan esperando con el motor encendido,cuyo sonido continuo,desesperante,se encajona en las
paredes de los edificios y llega multiplicado a los departamentos ubicados en los pisos superiores.
Se entenderá que el corolario de estos estímulos repetidos todos los días es un tremendo desgaste,
un cansancio que va minando el ánimo desde un segundo plano. Por eso,hacia las once, el
momento en que se presentan los músicos a animarles la cueca a los clientes de los cafés,uno
siente el impulso,las ganas,de lanzar un grito atronador y mandarlos a la misma mierda.
Se hablaba antes de "La Jungla de Cemento" para explicar la ferocidad de la Vida Urbana,pero
sé que la actividad acústica de la Jungla es algo más armoniosa. Los músicos callejeros son por
lo general pésimos,(con algunas excepciones honrosas,por supuesto)no por una cuestión técnica,
sino porque parecen tocar con mala voluntad.
Sean Jazzistas a la usanza de Nueva Orleans,quenistas de ojos cerrados o intérpretes de Tango
en armónica...siempre parecen muy distantes a la emoción específica de la música.

Que Tengan Muy Buenas Noches.
Que Descansen.

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