lunes, 9 de marzo de 2015

Ciclistas,Artes Marciales y Tatuados.


No se si exista alguna relación causal,y si la hubiera no alcanzo siquiera a imaginármela,entre
la proliferación de bicicletas y la de tatuajes,pero al menos hay una correlación apreciable a
simple ojo de peatón. Con excepción de deportistas y excéntricos,solían ser manifestaciones
extremadamente discretas,hasta que de repente ,sin decir agua va,se dispararon hasta derra-
marse por todas partes como el hervor de la leche.
En los años ochenta sucedió algo parecido con las Artes Marciales,supongo que impulsadas
por la serie "Kung Fu" y una amplia gama de películas de Karatecas que,arremolinadas en una
tormenta de Betamax,arrasó por igual el imaginario de Nerds demasiado impresionables y el
de tarados fascitoides buenos para el linchaco. Así como hoy las escuelas de yoga,las academias
de patadas voladoras surgieron una tras otra para satisfacer una explosiva demanda que,por lo
visto,antes que un aprendizaje esencial de pequeños saltamontes rodeado de dragones milenarios,
lo que requería con urgencia era algún cursillo exprés para salir rápidamente a repartir coscachos
y así sacar pecho en esos años tan negados a la razón como proclives a la prepotencia y al uso
expresivo de la fuerza.
Todas las modas necesitan algo de ostentación,pero en el caso de los karatecas eso se resolvía de
un modo estratégico y beligerante,a semejanza de la demostración de poder disuasivo que consti-
tuía tener un Doberman en vez de,pongamos el caso,un Pastor Alemán o un quiltro. Al parecer
algo similar ocurre con los ciclistas  actuales,que han llevado un medio de transporte al estatus
de pancarta moral,ostentando una mera solución drástica como si fuera una vocación,un talento,
una superioridad: Poder,a fin de cuentas. De la misma manera en que la extraña delicadeza y la
más inaprensible espiritualidad que representaban las Artes Marciales acabaron en los años
ochenta chacreándose entre pugilistas estúpidos e hijitos de su papá. Toda la sencillez y nobleza
atribuibles al ciclismo se vieron de pronto convertidas en los enjuages bucales con que cualquier
despreciable se cree bendito e iniciado en los Misterios de alguna secta,peinándose en la cresta
de la ola de la Posmodernidad.
En realidad,les tengo cierta envidia a los ciclistas militantes o a todos los que sean capaces de
abrazar algunas de esas causas sin causa que afloran cada semana,pero lo que les envidio no es
su pasión,sino su falta absoluta de escepticismo. Parecieran exentos de dudas,tocados por alguna
fe invisible que los asiste en sus decisiones. La afición a los tatuajes (casi me olvido de retomarlo)
es el ejemplo perfecto de la desaprensión,casi desdén,con respecto a las cosas definitivas. Hay
gente que se tatúa como si nada un pájaro por aquí,un Che Guevara por allá,una filigrana de
jazmines y madreselva en toda la espalda. ¿Cómo lo hacen para decidir? ¿porqué un pájaro y
no un hipopótamo? Y,si es un pájaro ¿cuál? ¿porqué una loica y no un jilguero? ¿y porqué en
el omóplato izquierdo y no sobre el hueso del tobillo? Los que se tatúan no tienen ese tipo de
dudas paralizantes. Se toman las cosas definitivas como si fueran pasajeras. Y quizás tengan
razón: Todo es pasajero y nuestras aprensiones al respecto son sólo cuestión de dudas y pudor,
apegadas por costumbres y rutinas centenarias.

Que Tengan Muy Buenas Noches.
Que Descansen.

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